ALIEN DUCE DICE DESDE LA TEVÉ (que no quiere estar jamás en la tevé)

 El texto que a continuación se encontrarán es una reflexión acerca de algunas cuestiones que me vienen dando vueltas en la cabeza hace mucho tiempo. Años diría. Es una especie de larga conversación conmigo mismo que, a su vez, tendrá respuestas de otres: este texto es, en realidad, un proyecto de texto colectivo que dialogará con otros textos que escribirán algunos amigues partiendo de las bases aquí planteadas. No busca ser una bajada de línea, ni opinión, ni una especie de manifiesto de cómo tiene que vivir su vida cada une. Deposito en la escritura de este texto la posibilidad de hacer más concretas mis reflexiones y, en el mejor de los casos, hacer reflexionar a les lectores.

Hace unos días, la policía de Berni desalojó de Guernica a los tiros y a los palazos a un montón de familias que ahora no tienen un lugar donde vivir. Y como siempre pasa, salimos todes a compartir la publicación de La Garganta Poderosa o de Sudestada. ¿Hay algo malo en eso? Para nada. Se lee, ¿no? NADA. La semana pasada compartíamos las publicaciones en contra de convertirnos en una granja de cerdos para luego importarlos a China. La anterior sobre los incendios en Córdoba y alrededores. La anterior sobre otros problemas ambientales y que tiene que haber un cambio ¡YA! ¿Y hay algo malo en todo esto? No, claro que no. Se lee, ¿no? NADA.

Bien, habiendo aclarado esto, podemos continuar.

Entonces, estamos todes compartiendo todas estas publicaciones, flameando la bandera de la consciencia social y el ambientalismo. Y está buenísimo: mejor que se inunde la red de estos contenidos para contrarrestar las oleadas de selfis. Pero no puedo evitar preguntarme si algune de todes nosotres está haciendo algo por alguna de estas causas. Probablemente sí. La verdad es que no lo sé. Y, en definitiva, en este punto de este razonamiento, no importa demasiado. Lo que me causa cierto temor es que cada semana tengamos una nueva lucha a la que adherir, un nuevo tema en la agenda, y que compartamos esas publicaciones, y que hablemos con nuestros amigues sobre el tema, y que discutamos con nuestros enemigues porque son unos fachos, y que a la semana que viene nos olvidemos de ese tema y pasemos al siguiente, y que, al fin y al cabo, no estemos haciendo nada que modifique realmente eso que no nos gusta o a lo que nos oponemos. O que estemos haciendo mucho menos de lo que podríamos hacer porque estamos más preocupades por salir a gritar qué es lo que pensamos acerca de determinado tema, que por el tema en sí.

Mientras tanto los bosques se siguen quemando, las villas siguen sin agua potable, la policía sigue reprimiendo a la gente y los chanchos ya están comprando dólar blue en una cueva del centro.

Pero este texto no es un censo, ni un dedo que señala, ni busca hacer sentir culpable e irresponsable (o responsable) a nadie. Este texto es, entre otras cosas, una serie de preguntas: ¿no estaremos pendientes de demasiadas causas (causas muy nobles y sinceras) sin al final hacer nada por ninguna de ellas? ¿No estaremos saturadxs de información? ¿Puede ser que esto afecte nuestro desempeño como personas que tienen cierto interés en que las cosas vayan un poquito menos mal? ¿No sería mejor encausar las energías hacia algún lugar en particular y tratar de, al menos, transformar un pequeño pedacito del mundo? En definitiva, salir a decir de qué lado de la mecha te encontrás, no es más que eso. No está mal, pero ¿sirve de algo? ¿O sólo estamos buscando generar empatía con la gente que revisa nuestra intimidad virtual?

Por otro lado, de alguna extraña y retorcida manera, estamos forjando nuestras personalidades y lidiando con nuestras emociones virtualmente. Ya es sabido que lo único que buscan los enormes grupos de personas que trabajan detrás de las redes sociales son formas de hacernos pasar ahí dentro el mayor tiempo posible. Y aunque lo tengamos claro, dejamos que sigan haciendo. Nos convertimos en una especie de nuevo ser híbrido parcialmente analógico y parcialmente digital, con un pie de cada lado. Y sucede que cuando estamos tristes agarramos el teléfono; cuando nos sentimos solos ponemos un botón para que nos hagan preguntas o nos manden mensajes gente que ni conocemos ni nos interesa, pero que nos distraen de lo que realmente nos está pasando; cuando estamos aburridxs nos pasamos horas y horas espiando vidas ajenas y mirando videítos de perros graciosos. Maniobras de evasión del dolor y de lo real a corto plazo con posibles dificultades psicológicas y emocionales a futuro. Y después tenemos que relacionarnos entre nosotres…

Me van a tener que disculpar, pues no tengo ningún argumento científico (ni de ninguna otra índole) para validar el último párrafo.

Ahora, ¿qué pasa con la autoestima? El tráfico incesante de fotos y videos que hay en las redes nos generan una preocupación constante acerca de nuestra apariencia, de nuestro aspecto físico. Si bien mi intención al escribir este texto es esquivarle a mi opinión y simplemente pensar en “voz alta”, he aquí algo que me atrevo a afirmar: estar constantemente pendientes de cómo nos vemos no nos lleva a ningún lado. Nos preocupa. Y nos hace descuidar otros aspectos muchísimo más importantes de nuestra vida, como quiénes somos, qué nos gusta hacer, cómo nos gusta hacerlo, cómo somos con quienes están ahí para nosotres cuando les necesitamos, etc. Por supuesto que una cosa no quita la otra: hacernos un autorretrato, ponerle un filtro para que no se nos noten las “imperfecciones” de la cara y para que el fondo se vea más lindo no quiere decir que descuidemos a nuestros seres queridos ni nuestros sueños. Paralelamente, me parece innegable la enorme cantidad de personas que parecieran estar obsesionadas con su apariencia y con la imagen ficticia que construyen en estas plataformas. Y eso sí pareciera ser un problema. ¿O no?

Me preocupa también qué es lo que más se valora y aprecia en las plataformas. Quizás me equivoque (en esto y en todo, pues no es más que mi visión respecto a algunas cuestiones), pero me da la sensación de que los valores más “premiados” en estos espacios virtuales suelen igual de banales que un programa de televisión conducido por el nabo de Guido Kazca. Y lo veo en los “referentes” que encuentro hoy en día: gente cool que no tiene chispa ni encendedor, que se la pasan todo el día con el celular filmándose y generando contenidos de plástico, y que ni siquiera tienen la consideración de detenerse a pensar en el efecto que produce todo esto en su audiencia.

Supongo que no estoy en onda. En algún momento tal vez sí estaba en onda, pero luego cambiaron la onda. Ahora la onda que traigo no es onda. Y la onda de onda me parece muy mala onda y muy superficial. Y te va a pasar a vos también. 

Me sigo preguntando: ¿qué es lo que más se valora en las redes sociales? ¿Por qué lxs referentes de estos espacios suelen parecer tan superficiales? ¿Qué es lo que tanto nos interesa de la vida de esta gente como para andar mirando a cada rato qué es lo que están haciendo? ¿Qué carajo estamos haciendo con nuestro tiempo?

Las redes sociales, como todo, no son malas ni contraproducentes en sí mismas. Puede que sean un poco peligrosas, eso seguro. Lo que estaría bueno preguntarnos es qué tipo de usuarios queremos ser, qué decidimos consumir sabiendo que hay un algoritmo detrás nuestro que nos sugiere contenido todo el tiempo, si estamos siendo consecuentes con las banderas que levantamos o si sólo estamos buscando ser aceptadxs por personas a las que no le importamos y, sobre todo, comprobar una y otra vez que los dispositivos y las plataformas estén a nuestra disposición, y no al revés. No estaría bueno que nos olvidemos que allá afuera hay un mundo y una sociedad que, cada tanto, necesita que hagamos algo por algo y para algo.

 

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Quien quiera encontrar en estas palabras una crítica, una bajada de línea o un intento de imposición de pensamiento, sepa que pierde su tiempo. Quien quiera detenerse a buscar y señalar las contradicciones que este texto contiene, pierde su tiempo. Pues este texto se asume a sí mismo como contradictorio. ¿Cómo no lo sería si en definitiva se trata de una conversación que tuve conmigo mismo y con mis amigues durante años? No tengo muchas conclusiones. Perdón: no tenemos muchas conclusiones. Sí algunas reflexiones que necesitaron ser escritas para dejar de caminar en círculos por mi cerebro, reflexiones que necesitaron salir al mundo para ser continuadas y/o refutadas por quien quiera hacerlo. Pero sepan, queridxs lectores, que, así como este texto se asume como contradictorio, a su vez lucha y vuelve sobre sí mismo para tratar de serlo en la menor medida posible, y para que no sea solamente demasiado humo.

Por hoy fue suficiente.

Que pase el que sigue.

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